Pedido

Prestame el intervalo
que hay entre tu pie izquierdo pisando
y tu pie derecho levantándose
para sentir eso que hacés
cuando vas de un lado a otro
que se parece tanto a volar.

Prestame lo último que pensás 
antes de dormir
para conocer los dos precipicios:
lo que soñás, y lo que temés.
El lado oscuro de tu cerebro
sentado al pie de la montaña.

Prestame tu verdadera valentía:
bancarte las contradicciones.
Sin medias tintas, sin necesidad de conciliar,
sin los brazos cruzados.
Bancártelas y construir gracias a eso.

Y prestame, también,
el exacto momento 
en que se gesta tu discurso,
esa respiración que aletarga unos segundos 
la cascada de tu boca
y te detenés,
y se pueden ver ceros y unos
atravesando tus retinas.
La dulce matrix de tus palabras justas.

Pero, por favor, hacelo ahora. 

Antes que el desvencijamiento
que aguarda detrás de la sombra
al final del túnel
pase sobre nosotros y nos haga hilachas.
Ahora,
que nos persiguen por luchar,
por cantar en las calles, 
por respirar las flores,
y por gritar que dejen de matarlas
(que dejemos de matarlas)
ahora,
que fuerzan al pobre a pedir perdón:
perdón por las molestias,
perdón por robarle su atención,
perdón por ser pobre,
ahora,
que nos prohíben comer sin veneno,
pero todavía no prohibieron el amor.

Luz de muchos centros, bastión de gratitud,
prestame eso,
que lo que fui se incendió
y por suerte ya no tengo nada.
Soy rompecabezas para armar
con todas las piezas blancas.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Superestructuras (humanas)

Un tipo, un bar

Memorias de un hombre impuntual