Los desvaríos de Esteban

Buenos Aires. Es de noche, hace frío y todos duermen; todos menos Esteban, quien, por supuesto, no ubica sus cabales en el mismo lugar que “todos”.
Esteban es un tipo alto, de unos 30 y pico, y lleva el perfume de la nicotina como marca registrada desde que su mujer se fue con otro. Lo vemos, gracias a la luz que ofrece su lúgubre lamparita de 25 wats, sumamente concentrado en terminar una nota que saldrá publicada mañana en la revista de su barrio.
Contando con la ventaja de ser (sólo por algunos minutos) sombras, vamos a escabullirnos, usted –quien lee- y yo, por la ventana de este intrincado personaje, y a espiar un poco de lo que dicen las líneas que entretendrán mañana al humilde público.


Nota Nº17

¿Sabe algo queridísimo lector? Un día (sin querer) nací. Y desde ese momento, en que me vi obligado a abandonar aquel cálido útero donde había pasado los primeros nueve meses de mi vida, para salir (envuelto en un espeso líquido) al mundo de las leyes de la física, cada hecho de mi existir se sintió un tanto molesto.
También tengo entendido que un día (y acá si que no me atrevo a jactarme de un "sin querer") voy a morir. Pero eso no me incomoda: ‘el hombre es un ser para la muerte’ dice Heidegger con bastante coherencia. Lo que realmente incomoda, y en parte irrita, es no saber con anticipación cuando y como va a suceder. Convengamos que con ese asunto de morirse no hay ningún problema... pero el hecho de andar cambiando planes; eso sí, es como una piedrita en el zapato.
Digamos también que a cada cosa me caen dos quejas. Entre nosotros.
Quizás el eje del conflicto (o causal de queja crónica) sea que mi paladar es en verdad negro, y la realidad que nos rodea una baratija. Pero de todas formas no me preocupa ponerle fin a la situación, pues hace ya varios años que renuncié a la búsqueda del paraíso, y descubrí que vivir con mi disconformidad, es más simple e interesante de lo que parece.
Igual no vaya a creer que es sencillo. Inevitablemente, este tema de andar protestándole a todo lo que se me cruza se acompleja cuando comienza a entrometerse demasiado: no es que reniegue del gusto de la sal, o de la flacura de mi billetera, sino que en cada realidad irrompible algo malo encuentro. Incluso en la realidad de mi propia existencia: yo siendo yo todos los días. Puedo afirmar con seguridad que lo más molesto de eso es no poder disfrutar de una conversación conmigo mismo. Excepto cuando decido (o alguien decide por mí) avisparme un poco y comenzar unas líneas sin un rumbo fijo, ahí el camino se bifurca, las variantes se multiplican, y de repente consigo tener frente a mí, en forma de papel entintado, un pedazo de inconciente que es a la vez falencia y poder, y permite de esa forma, una especie de intercambio de opinión con mi yo más oculto.
Volviendo al tema; como el ya mencionado ejemplo hay unos cuantos. En otra oportunidad (puesto que ahora corre el tiempo y se agota la paciencia) pondré voluntad en confesar lo que me molesta de las frutas secas, del turismo, del surrealismo, del tránsito, de la amistad, del arte cuando es bello pero desalentador, del amor cuando es solamente odio a la no-producción en serie de aquel ser que resulta encantador, y de otros casos prácticamente dialécticos… y por supuesto de las mujeres con vestido rojo.
Espero, amable intérprete de este texto, no haberlo asustado con mi complejo, que es un tanto tortuoso. Pero bueno ¡Cada loco con su tema! Hasta que los locos empiecen a llevarse entre ellos y descubran –por locos- la genialidad en su máxima y colectiva expresión. Ahí vamos a poder ver la insignificancia de nuestros actos, y los locos (pero esta vez de rabia) vamos a ser nosotros.
De todas formas, a calmarse, que acá el problema es del sistema.
Siempre es el sistema.

E. G.


Más abajo, una mancha de café y algunos tachones anuncian que no hay nada más para ver en aquella hoja.

Pobre Esteban. Ya no es el de antes.


(Y mientras este papel deja de ser papel para transformarse en una parte del alma con firma de un alguien que en verdad nunca existió, es preciso creer que quizás la tercerización del testimonio presente más arriba, se deba a lo incapaz del escritor para asumir la realidad de ser un gran cabrón.)

Comentarios

  1. Me gustó chaval.... no sabía que escribías. Te sale casi tan natural como el blues! XD

    Un abrazo!

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