Entre
Soy muy cool. Escucho Chopin en el subte B a las 10.15
mientras todo está apilado. Mientras los culos de los que van parados avanzan y
se menean a una cantidad de centímetros de las caras de los sentados
inadmisible en cualquier otro contexto, salvo un bar de strippers, una orgía o
una clase de danza contemporánea. Soy el único pasajero que lleva una guitarra
y uno de los pocos que no está yendo a trabajar.
Siempre aprovecho el subte para sumergirme en las redes
sociales del de al lado. Miro con la misma atención que ellos, como si fuese
algo que hacemos de a dos, pero nunca me descubren. Incluso, cuando quien tiene
el teléfono comienza a babear emitiendo el zumbido que emiten los transistores
de los televisores a tubo, algún like pongo.
Me resulta imposible no pensarnos corriendo en una cinta para
generarle energía a un científico sádico que nos creó y nos alimenta para que
no dejemos de producir. Estamos dentro de un gran dínamo y el doctor sabe que
si nos engorda correremos poco. Entonces administra su bolsa repleta de alimento
con cautela, aunque de tanto en tanto se manda alguna cagada. Se zarpa o se
olvida. Y aparecen un country y luego una villa miseria. Acción y reacción,
pero a la vez. Se me viene a la cabeza la historia de Nahuel, un alumno de mi
prima de un espacio de jóvenes en Pompeya, que la semana pasada confesó haberse
borrado porque estuvo un mes en un reformatorio. Por primera vez, con quince
años. Por robo. Intento de robo en realidad. Un banco trataste de robar Nahuel
¡Qué boludo! Si con Pagofácil y super chino te había ido bien, ni siquiera
dentro esa lógica encontraste el momento de frenar. Pero así es el sistema. Te
enajena, te exacerba y te hace elegir entre frenar o hundirte hasta la cintura
en pleno festín, con los ojos llenos de sangre. ¿Te imaginás volver a trabajar
para ganar plata después de darte cuenta de que con un fierro en las manos
sacás en una hora lo que con el overall te lleva un mes, y que no te dan miedo
los fierros en las manos? Que tengas mucha suerte Nahuel, en esta mierda que no
sé por qué algunos defienden.
Nos miro de nuevo, y el dato que pesco en el aire es que la
mitad de los que están yendo a trabajar tienen trabajos que no elegirían jamás.
‘Es circunstancial’ repiten como mantra para poder seguir. Sus días toman el
disfraz de trampolín. Trampolín de clase media a clase media con teléfono o
auto o pasaje de ida y vuelta a algún lado. Nunca, prácticamente, trampolín de Nahuel
a pibe sin fierro. Quien seguirá corriendo por el borde de la piscina por ser
negro y pobre y sin estudios, buscando algún trampolín que sí lo aguante,
mientras el mundo lo sigue empujando por la espalda en la parte profunda la
vida.
Soy muy cool porque escucho Chopin en el subte y tengo
pensamientos anti-sistema. No tengo ni una respuesta, pero tampoco creo haber
dicho nada que sea mentira ni que venga mal oír.
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