Memorias de un hombre impuntual

Memorias de un hombre impuntual I

No se muy bien como, cuando ni porque, pero un día, casi de manera inevitable, nací.
Jamás supe si dolió, si se sintió placentero o si fue espontáneo. Pero de lo único que estoy seguro, es que fue tarde.
Y desde ese día cada uno de los hechos de mi vida fue llegando tarde:
Tarde fue el día en que gané la seguridad necesaria para ponerme en pie y andar, tarde aprendí a hablar, y más tarde aún me enseñaron a escribir por temor a lo que fuera capaz de decir.

De a poco, y (desde ya) tarde, me crucé con las miserias de buscar una flor para, en vano, regalar. Si, tarde también llegó el mal de amor, y, por consecuente, tarde se irá.
Mientras tanto sigo tardando en hallar aquellas personas sin memoria que todo lo perdonan y no conocen el rencor, de tal forma que tarde llegarán mis amigos (Dios quiera, más vale tarde que nunca).

Como ya debe predecir quien lee, nunca formé una familia dado que la madre de mis hijos aparentemente se retrasó siglos en nacer y nunca la conoceré. Pero eso no me afecta: Más vale solo que mal acompañado (Los engendros de un hombre tan impuntual serían detestables).

A pesar de mi infortunio, nunca dejé de pedirle a la vida que me sorprendiera, y por primera vez fue algo que no sucedió tarde. Ya que en realidad nunca sucedió. Tanto fue así que me mudé, contra mi voluntad, a un virtual pozo ciego: Pasé 5 años de mi vida sin ver a nadie ni hacer nada, simplemente esperando que se cumpliera mi ya mencionada demanda al porvenir.
Hasta que un mal día (y digo “mal” porque el desengaño siempre cae mal) comprendí que exigirle sorpresas a la vida, era ya mucho pedir.

Hoy espero que, tarde también, toque mi timbre la parca, me halle aquí sentado relatando su impuntualidad en un papel amarillento y me regale un tiempo extra para documentar su llegada.
Ojala sea paciente (Pues saldré tarde a abrirle la puerta), y sepa disculpar si camino al estigio se me da por ir a visitar algún conocido que, por llegar siempre tarde, nunca despedí.


Memorias de un hombre impuntual II

Habrá notado ya el lector que mi relación con la impuntualidad parece ser más bien brujería que casualidad. O quizás la puntualidad del prójimo es un hechizo de mala muerte que se encarga de estructurar el camino a seguir. Definitivamente prefiero ser impuntual e infeliz a creerme feliz perteneciendo a un sistema regido por agujas.

Toda mi vida tildé de fabulosa la teoría de suprimir cada una de las señales inmediatas del paso del tiempo como relojes, calendarios y girasoles, y realizar un mundo en el que sólo aquellas personas que envejecen sean capaces de percibir los actos de Cronos. De ser así nadie tendría de que preocuparse. Estaríamos salvados (o perdidos completamente). Pero de todas formas viviríamos una realidad más interesante.

En fin, otra vez siento como algo llega tarde a mi vida: pretendo proveerle al lector un material revelador, y lamentablemente siento no haberlo hecho mediante las líneas de arriba. Pero borrarlas e inventar algo interesante sería mentirme a mi mismo, y eso sí que es un pecado por el cual no estoy dispuesto a pagar.

Sin más que decir hoy, me veo forzado a cerrar el libro de mis memorias y buscar algo interesante en que pensar. Ya veremos que sucede, el paso del no-tiempo abre un abanico de posibilidades.

Memorias de un hombre impuntual III


El amor es como las visitas: Molesta su temprana llegada, su retraso y su compañía excesivamente efímera.

Desde luego, por la forma de la que tarde llegó todo en mi vida, no me considero un afortunado en el tema. De hecho me considero más bien una víctima, y sigo manteniendo aquellas obsesiones que divierten al joven y deprimen al anciano.
Entre todas las manías, puedo destacar que aún hoy hago un hueco en mi agenda para no tener ocupado el momento en que aquellos inolvidables ojos miel, que perforaron mi pecho hace unos cuantos años, decidan regresar. Igualmente sospecho cada vez más que este anhelo es otro “sin sentido” de mi eterna espera (Hace ya varios años que tengo los jueves de 14:00 a 18:00 en blanco. En realidad hace ya varios años que tengo toda mi agenda en blanco por las dudas).

(Caramba, tocan timbre.
Sea quien sea que se acostumbre a mi demora: Saldré a abrir en un rato.)


Volviendo al asunto de los jueves, es necesario aclararle al lector que el horario elegido no es capricho, pues aquel primer amor solía escaparse a diario durante la siesta para recibir algunas dosis de afecto. Luego sólo comenzó a fugarse día por medio, atestiguando que había sido vista por algún que otro vecino entrometido. Más tarde únicamente fueron los jueves los días encargados de, a escondidas (ya que aquellos eran tiempos en los que la intimidad valía menos que un beso sin amor) vernos disfrutar de las mariposas estomacales. Pero un día dijo “Hasta el jueves” y, como ya debe imaginarse quien recibe este mensaje, no volvió.
Y yo…

(¡Que molestia! ahora no sólo tocan timbre, sino que también se golpean mi ventanal
Debería ir a ver que sucede.)


Yo siempre esperé: primero imaginé que no era abandono, sino olvido, retraso o incluso conflictos con la ley y secuestro.
Hasta que me resigné: Definitivamente me había dejado.
Fueron tiempos duros cuando comprendí la realidad. Llenar ceniceros y vaciar botellas de sospechosos destilados era tan común como lavarse los dientes.
Una noche, alguien que prefiero llamar consejero a amigo, me dio la fortaleza para creer que donde caen hojas secas y los chaparrones arrasan con todo, en un futuro crecen flores.
Me propuse renunciar al recuerdo y salir adelante. Pero ya era tarde.

(Timbre de nuevo, tengo que asegurarme que sea el último que escuche. Iré a abrir)

(Sin duda ese timbre es lo último que escucharé, ha venido a visitarme la muerte, que en definitiva es más leal que aquel amor: ella sí cumplió con su promesa de hacerse presente.
Sólo espero que quien me llevará en breve a una nueva vida tenga buenos oídos: serán muchos los reproches por su retraso.)

Comentarios

  1. Hola, buscaba algo para que lea una persona importante en mi vida que es muy impuntual y ésto que has escrito, me pareció espectacular, me vino "cómo anillo al dedo para mi situación"....

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  2. Memorias de un hombre impuntual I :

    Excelente ( y te lo dice una enferma de la puntualidad)

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  3. Memorias de un hombre impuntual II :

    El tiempo es nuestro mejor amigo...no hay que tenerle miedo..

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  4. Antes que me olvide, y despues sigo, quiero que anotes algo en tu agenda: "Beber una ginebra con la china y brindar por los sueños"

    Ahora sigo.

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  5. Memorias de un hombre impuntual III :

    Siempre hay alguien que busca lo que uno tiene (sin apuro) ja! por eso me atrevo a repetir... anota en tu blanca agenda que éstaa ilusa soñadora quiere conversar y brindar con usted!

    ..fiel guerrera de la luz... ella espera por ver/te..

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